lunes, 12 de febrero de 2024

CRÓNICAS DE UN CAFÉ

      Me gusta frecuentar la panadería del barrio no tanto por la calidad de su café y panes, sino porque afuera del local hay dos mesas de color verde perlado que me facilitan las cosas cuando llevo allí a Preta y a Flora, mis perritas y compañía. Estas mesas en particular tienen debajo de las tapas dos trocitos de lámina doblados en úes, unidos con soldadura a la estructura metálica que las soporta, y que en la mente del soldador tal vez cumplían la función de colgar las bolsas de mercado de la fatigada clientela, que recién llegada de los supermercados aledaños, a sorbo de una Coca-Cola, un masato, una avenita casera o el cotidiano café, podría disponer de la superficie con mayor confort. Sin embargo, en el tiempo que he frecuentado esta panadería, no he visto que una sola bolsa de mercado se bambolee debajo de la mesa. Quizás porque sea preferible ocupar el espacio con las manos ociosas e inquietas que golpear una lata de atún o una panela, macerar la fruta o quebrar los huevos con las ansiosas y neuróticas rodillas. Yo paso uno sobre otro la argolla de los collares en uno de los dos ganchos y pido un café.  A veces la curiosidad marca sus giros y el fracaso de un soldador que puso dos ganchos debajo de las mesas para colgar bolsas de mercado termina siendo un éxito cuando de atar perros se trata, pues estos ganchos son casi perfectos para los collares de los canes. Felicito pues al soldador y a su ingenio, pues sus ganchos para bolsas de mercado son una muestra clara de que en todo fracaso siempre será posible otra lectura.  

 

1 comentario:

  1. Es interesante y extraño a la vez cómo funciona cambiar de tema poco a poco en el relato, desde hablar del café favorito del protagonista, hasta llegar a un mensaje de confianza que nada tenía que ver con el café.

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