Una pequeña historia
de seres trashumantes
La antesala de la
muerte[1]

LA NIÑA ENFERMA DE EDVARD MUNCH
óleo sobre lienzo 119, 5x 118,5 cm
Oslo, Nasjonalgalleriet
óleo sobre lienzo 119, 5x 118,5 cm
Oslo, Nasjonalgalleriet
La habitación 28 del Hospital San
Juan de Dios siempre suele estar ocupada; allí han fallecido niños, jóvenes,
ancianos, hombres, mujeres, cristianos, ateos, de derecha, de izquierda y, en
general; pobres. Esta pieza fría de paredes blancas y un olor capaz de
incorporarse e impregnar hasta las emociones de los más entusiastas es la antesala de la muerte para muchos. Fuera de
ella, angustiados, hay miles de usuarios de las EPS haciendo fila con tutelas en mano para entrar al
reino de los atendidos, sin querer
siquiera, entrar tan pronto al reino de los cielos. Todo es como un cáncer
metastático que socava las esperanzas de los “usuarios”, de tener una vida más larga y generosa, y luego tirarlas
en cualquier habitación esperando el turno para la entrada a la otra vida.
Así pasó con la señora Mari, ella
era amiga de mi madre y de vez en cuando me cortaba el cabello. Cuando iba a
nuestra casa emprendía largas conversaciones en torno a los amoríos nefastos de
su hija Andrea, a las decisiones de su hijo Olbando, la poca atención
de su marido Gustavo, así como las predicaciones emotivas del pastor Eliecer. Hace poco
sus charlas amenas, su fortaleza y alegría se opacaron por “unas pepas duras en los senos” (como ella
decía) que además de preocuparle esa molestia, ni siquiera podía soportar el roce del brassier. Desde hace dos años estuba pendiente de la situación; acudía a las
citas médicas que le otorgaba el seguro y, según ella misma decía, los médicos
sugerían que era simplemente una inflamación de los ganglios. Con esa idea pasó
de cita en cita sin un diagnóstico certero. Para ella el calvario apenas
comenzaba: además de su extraña enfermedad se sumaban las preocupaciones del
hogar, razones suficientes para que las conversaciones con mi madre se
tornaran pesimistas y en gran medida realistas.
En Julio del 2013, año y medio
después de las primeras citas, una noticia llegó a la casa; la señora Mari tenía unos nódulos que debían extirparse cuanto antes. El rostro de la amiga de
mi madre se empañó en melancolía y desolación. Desde ese entonces las
conversaciones adoptaron un tono mezcla de tristeza por la noticia, esperanza
por superar la enfermedad y, resignación al saber que un seno aún joven y
cautivador se le arrancaría del pecho. Ella no confiaba en los médicos más que
en su dios, por ello su fervor de creyente se incrementó en busca de un milagro, y de otra parte don Gustavo, hombre de apariencia frívola, asintió una preocupación por el estado de
salud de su compañera de años y procuró cuidarla como nunca antes.
Un día antes de viajar a
Bucaramanga fue a la casa y se dio una pequeña conversación:
-(Mi madre): señora Mari, pero cómo se le ocurre
pintarse el cabello, eso no se puede hacer antes de las cirugías. Ojalá por eso no le
nieguen la operación.
-(Mari): eso no se preocupe señora Elvia que es
mejor verse bien aunque uno se muera por dentro. Además yo venía porque quería
recomendarle los perritos, ahora que me vaya quién va a cuidarlos. Hágame el
favor señora Elvia y los saca en las mañanitas y deles siquiera un pedazo de
pan. Eso sí le ruego que no deje que se rejunten porque con la sarna que tiene
Gigi se la prende al pequeño y ahí sí nos morimos los tres antes de tiempo.
-(Mi madre): cómo va decir eso señora Mari, eso
usted se va poner bien después de la cirugía. Y no se preocupe por los
chichangos que yo les pongo cuidado.
-(Mari): yo le
agradezco mucho señora Elvia, sin embargo, yo me voy a pintar el pelo
porque si no… los médicos me ven así y me aplican la eutanasia; la vacuna que
le dan a los que están moribundos. No hay sea que me pase como a Gigi, que lo
llevé al veterinario y como lo vio así de sarnoso, me dijo que era mejor
aplicarle la vacuna esa, disque para que descansara. Como si la muerte fuera el
descanso que uno quiere cuando todavía no es hora de morir. No. Yo sé
que mi Gigi quiere vivir un poquito más.
-(Mi madre): pues eso sí es verdad. De todas formas yo
le cuido los perritos.
Al día siguiente, en septiembre,
fue posible llevar a cabo la operación en la ciudad de Bucaramanga. En seguida
comenzó la lucha, por medio de tutela, contra la EPS por no autorizar
medicamentos y cuidados especiales para un paciente con cáncer de seno. Las
quimioterapias se demoraron y no fueron favorables por el avanzado estado de la
enfermedad. Para entonces, otra noticia llegó a la casa: la señora Mari contaba con pocos días de vida. Entre tanto, el aire de tristeza y preocupación
se incorporó como un amo imperioso capaz de romper a latigazos las cotidianas
carcajadas a las que todos estaban acostumbrados. Reinó la indignación y la
incertidumbre ante tal acontecimiento.
El tratamiento se suspendió y la
señora Mari fue dada de alta, sin embargo, no tardó mucho en tener que internarse
en la habitación número veintiocho del hospital del pueblo. Ella ya no habló
más, solo apretaba la mano y miraba con una expresión de agonía hacia la puerta
entreabierta. Todos sabían que ella quería vivir, ya que siempre se los había
manifestado. Pero sufría como padecía su mascota Gigi. Muchas visitas recibió
en esos días de noviembre y de estas se
esparcieron comentarios que avivaron algunas acciones por parte de don Gustavo
e hijos. Por ejemplo, un rumor que se propagó se trataba de que la señora Mari no podía morir en paz porque estaba en pecado; ella
no estaba casada. Y decían algunas hermanas de la iglesia El Shaday: “Ella tiene
que casarse para que pueda descansar y entrar al reino de los cielos; es un
mandato divino y dios no quiere a los tibios”.
Quizá los rumores y la desesperación obligaron a don Gustavo a
pedirle al pastor Eliecer –pastor de la iglesia El Shaday- que realizara un matrimonio con el fin de
ofrecer algo de paz a su conyugue. La petición fue denegada. Sin embargo, en
medio del tormento pudo contactar un
sacerdote que cumplía oficios en el hospital. Pasado el mediodía del cuatro de
noviembre se efectuó un matrimonio en el que hubo un sí por parte de don
Gustavo y un leve apretón de manos de la vecina; todo dentro de un “pacto de
fe que le permitiera la entrada al reino de Dios” según decía el sacerdote.
Después del acontecimiento, don Gustavo seguiría de aquí para allá con
papeles en mano buscando que se trasladara a su esposa a un hospital de
Bucaramanga. Mientras tanto ella seguía postrada en la cama con un tubo en la
tráquea que le ayudaba a respirar. “Muchos casos como este hemos tenido” dijo
una de las enfermeras: “es mejor que la dejen morir, que la desconecten… ella
no vivirá… solo está sufriendo”. Sin embargo, sus familiares no permitirían que eso pasara, pues en algunos estaba la fe puesta en un milagro y en otros escuchar al menos la despedida de una madre y esposa que,
mientras podía hablar, manifestó querer vivir.
Eran aproximadamente las cinco de
la tarde cuando don Gustavo finalmente lograba la aprobación del traslado de su
esposa a la ciudad de Bucaramanga. Mientras tanto ella iba a ser aseada en el baño de
azulejos; las enfermeras desplazaron la camilla junto a la puerta del baño
bajaron los pies de la señora Mari, dispusieron el cuerpo y este no respondió
más. Lo siguiente fueron los gritos de Olga -la mataron, me la mataron...-, el tropel de las enfermeras y los
médicos que con sus planchas directas al pecho sin seno intentaban una reanimación. Nada pudo hacer la ciencia, tampoco las oraciones lograron ablandar al dios para sacarle el milagro soñado. Y como diría una hermana de la iglesia el Shaday "todo fue mejor así; si se la hubieran llevado pa' Bucaramanga se les había muerto de camino. Así fue mejor, se ahorraron una platica y ella por fin descansó".
Unas horas más tarde, por un momento, la habitación
veintiocho del Hospital San Juan de Dios se encontraba vacía, más fría que de
costumbre. Con sus paredes blancas, el olor a cloro y las sábanas limpias parecía
esperar la pequeña historia de otro ser humano. Entre tanto, un "usuario" más se avistaba por la
puerta entreabierta, sin siquiera saber, que la salud ya no sería más un derecho
esencial de todo ser humano.
[1]
Por Edison Quiroga Mateus. Un pequeño homenaje a la vecina amiga de mi madre. Algunos nombres fueron cambiados.
Edison, muchas gracias por compartir esta historia. Sin duda, un bonito homenaje pero también una crítica y un llamado para que no nos quedemos de brazos cruzados ante la pésima gestión de los servicios de salud en Colombia.
ResponderBorrarGracias por tomarte el tiempo de leerla, estoy aprendiendo el oficio de escribir y vale la pena ponerlo al servicio de esos seres de quienes nadie sabe nada o quizá solo saben que existen y nada más.
ResponderBorrarDesde el titulo despiertas el interés del lector, lo conectas sin preambulos a una situación, le abres paso para sumergirse en una historia que toca fibras, no vacilas ni un segundo para guiar al lector en la ruta correcta en medio de ese mar de letras.
ResponderBorrarSe evidencia en el texto un buen manejo de la estructura narrativa, posee coherencia, cohesión, desarrollo temático, riqueza y precisión léxica, utilizas el lenguaje correcto que exige la historia, incluyes voces que le dan fuerza a la narración y demuestras la utilización correcta de ortografía.
Sugerencias: a la hora de editar el texto revisar varias veces para no saltar palabras mal escrita como "estuba".
Quizás sea posible reescribir la oración "Desde ese entonces las conversaciones adoptaron un tono mezcla de tristeza por la noticia, esperanza por superar la enfermedad y, resignación al saber que un seno aún joven y cautivador se le arrancaría del pecho" para evitar que el lector deba volver al inicio de la misma y entender el sentido completo.
Buena crónica.
El titulo del texto genera atracción y expectativa en el lector, despertando así el deseo de saber más a profundidad qué es lo que sucede realmente en el sitio en el que se desarrolla la historia (pues, eso fue lo que generó en mi).Además, se evidencia un uso adecuado del léxico según las exigencias del contexto y de la temática. haciendo a la vez un adecuado uso de los vocablos que describen los hechos narrados en el texto.
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